Este es el primero de una serie de tres artículos que exploran la importancia de los bosques secos tropicales.
En los debates globales sobre conservación, los bosques secos tropicales suelen quedar en la sombra, eclipsados por el aura exuberante de los bosques tropicales húmedos. Sin embargo, estos vastos, resilientes y profundamente importantes ecosistemas forman una base invisible tanto para la biodiversidad mundial como para la supervivencia de cientos de millones de personas.
Representando casi la mitad de todos los bosques tropicales y subtropicales, no son simplemente una versión «más seca» de la selva, sino un bioma distinto; definido por una ecología de extremos y una relación profundamente simbiótica con las comunidades humanas. Comprender su verdadero valor es el primer paso para evitar un colapso silencioso y acelerado.
Una ecología de extremos
La característica que define a un bosque seco tropical no es la falta de vida, sino una vida que late al ritmo de una marcada estacionalidad. Estos biomas se encuentran en regiones con una estación seca severa que dura de tres a ocho meses, con una precipitación anual que oscila entre 250 y 2000 mm. Este patrón climático moldea una huella global que abarca vastas áreas de América Latina, África y Asia, desde el Gran Chaco sudamericano y los bosques de Miombo en África hasta los bosques caducifolios de la India y el sudeste asiático.
La vida aquí ha desarrollado notables adaptaciones para resistir sequías prolongadas. La más visible es la decidua, es decir, la caída estacional de hojas para conservar agua, que transforma el bosque de un dosel verde y frondoso a un paisaje aparentemente árido. Bajo la superficie, las plantas han desarrollado raíces y tallos engrosados para almacenar agua, mientras que sus hojas suelen presentar una cutícula cerosa que reduce la evaporación.
Los animales muestran estrategias igualmente ingeniosas: muchos insectos y anfibios entran en estado de estivación, enterrándose en el barro húmedo a la espera de las lluvias, mientras que especies móviles como monos y aves migran hacia refugios más húmedos en cauces permanentes.
La llegada de las lluvias pone en marcha todo este reloj ecológico, sincronizando fenómenos como la eclosión masiva de insectos y la floración de los árboles, lo que genera un pulso vital que sostiene a todo el ecosistema.
Esta resiliencia fomenta un sorprendente nivel de biodiversidad y, sobre todo, de endemismo. Aunque la riqueza de especies puede ser menor que en las selvas húmedas, los bosques secos tropicales son hábitat crítico para la megafauna amenazada, incluidos jaguares, lémures, jirafas, zorrillos pigmeos y dragones de Komodo. Más aún, son verdaderos hotspots de biodiversidad. Un estudio exhaustivo en América reveló cerca de 7000 especies de árboles y arbustos, con tasas de endemismo que alcanzan un asombroso 73 % en los bosques secos de México.
La destrucción de estos bosques no significa solo la pérdida de árboles, sino la extinción definitiva de un patrimonio evolutivo irreemplazable. Pero las mismas adaptaciones que permiten a estos ecosistemas prosperar en un clima duramente predecible se han convertido en vulnerabilidades frente a los cambios antropogénicos. Sus mecanismos finamente ajustados, desde la caída de hojas hasta la floración sincronizada, dependen de señales estacionales confiables. El cambio climático está alterando estas señales, generando precipitaciones irregulares y estaciones secas más largas e intensas. Las redes tróficas se desarticulan y un ecosistema diseñado para resistir la sequía queda peligrosamente expuesto al caos climático.
El vínculo bosque–humano: un salvavidas para millones
La importancia ecológica de los bosques secos tropicales se refleja también en su valor para el bienestar humano. Cientos de millones de personas, a menudo entre las comunidades más pobres del mundo, dependen directamente de estos bosques. Para muchos, son la única barrera entre la subsistencia y la pobreza extrema.
Los bosques secos tropicales actúan como proveedores naturales, ofreciendo bienes esenciales que sostienen a los hogares y las economías locales:
- Seguridad alimentaria: en regiones donde la agricultura es precaria, estos bosques brindan seguridad alimentaria. Frutas silvestres, nueces, vegetales, insectos comestibles y carne de monte complementan las dietas y sirven de red de seguridad durante las pérdidas de cosecha.
- Energía: para 2400 millones de personas en países en desarrollo, la leña es la principal fuente de combustible para cocinar. En muchas regiones de bosques secos del África subsahariana, la leña representa hasta el 75 % de la energía consumida.
- Ingresos: productos forestales no maderables como miel, cera de abejas, plantas medicinales, gomas y resinas generan oportunidades económicas. En Burkina Faso, la manteca de karité que proveniente de los bosques secos es la tercera exportación más importante del país; en Etiopía, las gomas y resinas solo son superadas por el ganado en importancia para la economía rural.
Quizás el rol más vital de los bosques secos tropicales es su función como red de seguridad. Durante sequías, inundaciones o conflictos, los bosques proveen recursos de respaldo que evitan que los hogares caigan en la pobreza extrema. Las familias más pobres dependen desproporcionadamente de estos recursos, y las mujeres, en particular, se apoyan en el comercio de productos no maderables para generar ingresos en tiempos de crisis.
Sin embargo, esta dependencia puede volverse destructiva. Sin derechos seguros sobre la tierra, alternativas de sustento o gobernanza adecuada, las necesidades de supervivencia pueden llevar a la sobreexplotación y degradación. Así, la pobreza alimenta la pérdida de bosques, y la pérdida de bosques, a su vez, profundiza la pobreza, creando un círculo vicioso.
Servicios ecosistémicos en un mundo con agua limitada
Más allá de los bienes directos, los bosques secos tropicales ofrecen servicios ecosistémicos que sostienen paisajes más amplios. Regulan los ciclos del agua, polinizan cultivos, reciclan nutrientes y mejoran los suelos, apoyando directamente la agricultura circundante. Solo los bosques de Miombo se estima que sustentan los medios de vida de más de 100 millones de personas.
También desempeñan un papel subestimado en el ciclo global del carbono. Aunque almacenan menos carbono por hectárea que los bosques tropicales húmedos, su vasta extensión los convierte en grandes reservorios. Sin embargo, los inventarios siguen siendo incompletos y muchas veces desactualizados, lo que oculta su verdadero potencial de mitigación. Como ha destacado CIFOR-ICRAF, las metodologías desarrolladas para los bosques tropicales húmedos no son adecuadas para capturar los dinámicos flujos de carbono de los bosques secos estacionales.
Al sostener la agricultura, los medios de vida y la regulación climática, los bosques secos tropicales construyen resiliencia para las comunidades que viven al borde de la vulnerabilidad climática. Su degradación, por tanto, no es solo un problema ambiental, sino una amenaza directa a la capacidad de adaptación humana.

> Esté atento a la segunda entrega de este artículo, que explorará los motores de degradación que amenazan a estos ecosistemas cruciales.











