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Cuatro lecciones urgentes para detener la degradación de la tierra y sus consecuencias globales

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8 min de lectura
Especialistas ofrecen orientaciones sobre cómo diseñar e implementar políticas efectivas de restauración
Comprender la degradación de la tierra es clave para definir políticas eficaces de restauración de ecosistemas. Foto:

La degradación de la tierra —cuando el suelo se vuelve menos saludable y productivo debido a actividades humanas, condiciones naturales o una combinación de ambas— tiene profundas consecuencias globales. La tierra degradada produce menos alimentos, captura menos carbono, absorbe y filtra menos agua y alberga menos biodiversidad.

En 2015, la Iniciativa de la Economía de la Degradación de la Tierra (ELD, por sus siglas en inglés) estimó que cada año se pierden servicios ecosistémicos por un valor de entre 6,3 y 10,6 billones de dólares, lo que equivale al 10–17 % del producto bruto interno (PBI) mundial. “Incluso la estimación más baja es más de cinco veces el valor total de la agricultura en la economía de mercado”, señala la Iniciativa.

Estas pérdidas afectan con mayor intensidad a las mujeres, la juventud, los Pueblos Indígenas, las comunidades locales y otras personas en situación de vulnerabilidad, que además suelen estar subrepresentadas en la toma de decisiones sobre el uso de la tierra. Para los gobiernos, los impactos van más allá de lo ecológico: la degradación de la tierra obstaculiza la seguridad alimentaria, agrava la desigualdad, impulsa la migración a gran escala, provoca conflictos y puede desestabilizar economías y sistemas sociales.

Ante la gravedad de estos impactos, el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030) busca “prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todos los continentes y océanos”. El Decenio se encuentra ahora a la mitad de su recorrido, con mucho por hacer aún. Las políticas eficaces —diseñadas con base en resultados, adaptadas al contexto, integradas entre niveles y sectores, e implementadas adecuadamente— serán fundamentales.

Una reunión oportuna en Bonn

En agosto de este año, la Asociación Europea de Economistas Agrícolas (EAAE) celebró su 18.º Congreso en Bonn, Alemania. El tema principal fue la transformación de los sistemas alimentarios para alcanzar los objetivos globales de sostenibilidad, y cómo la economía agrícola puede ayudar al sistema agroalimentario a navegar entre intereses contrapuestos y en competencia.

La elección del lugar fue muy apropiada. Como un país densamente poblado y altamente desarrollado, Alemania enfrenta numerosas amenazas de degradación del suelo: el 19 % de sus tierras agrícolas ya sufre una erosión muy alta. Bonn, además, alberga múltiples organizaciones, convenciones y financiadores dedicados a la restauración de tierras a nivel global, como la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD), el Global Landscapes Forum (GLF), la oficina europea del Centro para la Investigación Forestal Internacional y Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF), el Instituto de Economía Alimentaria y de Recursos de la Universidad de Bonn (IFRE) y el Banco Alemán de Desarrollo (GIZ).

El 26 de agosto, representantes de estas organizaciones, junto con responsables de políticas, investigadores, especialistas en restauración y actores del sector privado, participaron en un taller previo al Congreso para evaluar el conocimiento actual y las brechas sobre la base económica de la restauración de ecosistemas, así como las políticas que pueden hacerla posible.

Del encuentro surgieron cuatro conclusiones clave:

1. El diseño de políticas debe equilibrar y conectar las realidades de los agricultores con las visiones a largo plazo

Los agricultores son, ante todo, productores de alimentos. Pedirles que se conviertan en “guardianes del paisaje” puede generar conflictos de interés, especialmente cuando están en juego los medios de vida familiares y prioridades nacionales como la autosuficiencia alimentaria.

Anja Gassner, directora para Europa de CIFOR-ICRAF, destacó la magnitud del desafío actual, dadas las deficiencias en la fijación del precio del carbono y las dificultades que enfrentan los agricultores para obtener medios de vida sostenibles en paisajes restaurados y multifuncionales. “Mi evaluación es que, por el momento, no existe un modelo de negocio viable para la restauración”, señaló Gassner. “Y espero que todos ustedes [refiriéndose a los economistas agrícolas presentes] puedan cambiar eso”.

Durante el trabajo en grupo, los participantes subrayaron la importancia de diseñar políticas que consideren retos como la tenencia fragmentada de la tierra, la falta de monitoreo y la limitada colaboración entre pequeños productores. Se discutieron posibles soluciones, como establecer líneas de base claras, colaborar con comunidades locales y Pueblos Indígenas en visiones de largo plazo que también aborden necesidades inmediatas, garantizar financiamiento sostenido, designar una entidad líder para coordinar los esfuerzos de restauración e involucrar activamente a una amplia gama de actores.

2. La implementación efectiva de políticas requiere sistemas resilientes y honestidad política

Dado que la restauración toma décadas, se necesitan mecanismos financieros duraderos que la respalden adecuadamente. “La sostenibilidad financiera suele entrar en conflicto con los ciclos electorales y de políticas a corto plazo de cuatro o cinco años”, explicó Michiel De Bouw, investigador posdoctoral de la Universidad de Lovaina. La coherencia de las políticas —vertical, horizontal y temporal— es una pieza clave del rompecabezas.

“Trabajar a nivel de paisaje puede contribuir a ello, al negociar los compromisos entre usuarios de tierra y agua, trabajar entre sectores y abordar las causas profundas de la degradación”, señaló Victoria Gutierrez, directora de políticas globales de la organización neerlandesa Commonland.

Ese tipo de integración puede generar ahorros considerables para los gobiernos, como indicó Johannes Kruse, codirector de la Iniciativa ELD. En Ruanda, los estudios mostraron un ahorro del 15 % al integrar esfuerzos entre convenciones ambientales, mientras que en Asia Central los ahorros alcanzaron el 24 %, lo que representa un valor de 6,2 mil millones de dólares hasta 2050.

Sin embargo, mejorar la coherencia de las políticas no es simplemente un ejercicio técnico y neutral: “Integrar políticas para quién y con qué propósito es algo que tendemos a pasar por alto con demasiada frecuencia”, añadió De Bouw. Sin embargo, como señaló el investigador, mejorar la coherencia de las políticas no es solo una cuestión técnica: “Integrar políticas para quién y con qué propósito es, en realidad, algo que tendemos a pasar por alto con demasiada frecuencia.”

3. La tecnología puede impulsar u obstaculizar la restauración, según cómo se aplique

La tecnología está transformando la restauración, especialmente gracias a los avances en teledetección, econometría, robótica y aprendizaje automático. Estas herramientas facilitan el monitoreo en tiempo real a gran escala, mejoran la productividad y proporcionan mejores datos para la toma de decisiones.

Sin embargo, las discusiones también revelaron importantes limitaciones y riesgos, como los altos costos, el aumento de las desigualdades, la dependencia excesiva y la posible mala interpretación de los datos. Como explicó un representante de grupo, el creciente énfasis en la eficiencia puede conducir a “concentraciones de mercado, lo que significa que algunos pequeños agricultores quedan fuera del mercado”.

Hinrich Paulsen, cofundador de la empresa de geoinformación Mundialis, presentó ESMERALDA, una startup franco-alemana que combina la participación comunitaria con tecnología avanzada. Su fondo inicial involucra a comunidades locales y diseña proyectos financieramente viables, mientras que su plataforma Tracker utiliza datos satelitales de última generación para monitorear la vegetación, las condiciones del suelo y la infraestructura. “De cara al futuro, las nuevas misiones proporcionarán herramientas aún más potentes”, afirmó Paulsen.

4. Las perspectivas locales pueden determinar el éxito o el fracaso de la restauración

El grupo que analizó las perspectivas locales enfatizó que las políticas y normas de mercado desarrolladas en países donantes a menudo generan consecuencias no deseadas para los productores del Sur Global. Los agricultores suelen asumir altos costos para cumplir con normas, certificaciones y políticas cambiantes de los países donantes, como el Reglamento sobre Productos Libres de Deforestación de la Unión Europea (EUDR). Quienes no logran cumplir con estos requisitos corren el riesgo de quedar totalmente excluidos.

Al mismo tiempo, los participantes destacaron el potencial de “adaptar las políticas a nivel local y que los países productores empiecen a establecer sus propios estándares, incluso si aún no son ampliamente aceptados. Un enfoque de abajo hacia arriba, a través de representantes y ONG locales, también puede ayudar a garantizar que las políticas se basen en las realidades locales.”

Como señaló Emmi Riikonen, jefa de comunicaciones digitales del GLF, “el cuidado colaborativo y la gestión liderada por Pueblos Indígenas” son esenciales para una gobernanza efectiva. “La restauración solo funciona cuando la participación social está en el centro”, afirmó.

Acción por la restauración

A medida que los impactos de la degradación de la tierra se hacen sentir en todo el planeta, el taller de Bonn demostró que la economía de la restauración no puede reducirse a simples análisis de costo-beneficio: también requiere marcos de gobernanza inclusivos, políticamente viables, con base local y sostenibles en el tiempo. Con el Decenio de las Naciones Unidas llegando a la mitad del camino, estas lecciones deben servir para trazar las futuras rutas de política pública.