Han pasado casi treinta años desde que Eric Eckholm causó alarma mundial con su libro, «La otra crisis energética: La leña». Eckholm pronosticó una escasez de leña debido al crecimiento en el número de personas pobres que explotan los bosques para satisfacer sus necesidades energéticas. Decía que dicha escasez haría más difícil la vida de millones de mujeres y niños quienes tendrían que caminar distancias largas para conseguir leña.
Estas declaraciones impulsaron a los donantes y a los políticos a entrar en acción y crear nuevos proyectos de leña que promovían la siembra de árboles, el uso de estufas más eficientes y la sustitución de la leña por otros energéticos. Sin embargo, muy pronto la gente comenzó a darse cuenta que los pronósticos de una crisis inminente de leña fueron exagerados y que la mayoría de los proyectos estaban fracasando. Contrario a lo que se había dicho, en general los precios de la leña no subieron y los agricultores demostraban poco interés en plantar árboles para producir un producto de tan bajo valor.
Al poco tiempo, las autoridades concluyeron que no existía tal crisis de leña y el interés por el tema declinó de manera drástica. Un indicador de esto se puede observar en una colección de referencias bibliográficas forestales llamada «Tree-CD». Allí se enumeran 264 referencias sobre la leña para el período 1982-1986 pero apenas 114 para 1997-2001.
Debido a esta pérdida de interés, ahora sabemos mucho menos sobre la situación mundial de la leña que hace veinte años. Para comenzar a remediar esto, M. Arnold, G. Kohlin, R. Persson, y G. Shepherd escribieron «Una nueva mirada al caso de la leña, ¿Qué ha cambiado en la última década?», donde revisan la limitada información reciente que hay disponible sobre el tema.
Los autores concluyen que mientras todavía hay pocas señas de escasez de leña a nivel nacional, sí las hay en muchas regiones específicas. Las familias han respondido a esto usando menos leña y haciendo más esfuerzo por obtenerla. Cambios en la tenencia de los bosques han impedido que muchas familias pobres recojan leña de lugares donde antes tenían acceso.
A nivel global, 2,3 mil millones de personas todavía dependen de la biomasa para cocinar y calentarse y millones de personas venden leña y carbón para ganar dinero. El consumo de leña en Asia ya llegó mas o menos a su tope, pero en África y América Latina todavía crece rápido. Ha habido una tendencia general a usar carbón en lugar de leña.
Cortar madera para leña raras veces causa mucha deforestación, excepto cuando se trata de la producción comercial de leña cerca de las grandes ciudades. De hecho, mucha de la leña sale como un sub-producto de la expansión agrícola. Los intentos de los gobiernos de cobrar impuestos y regular la recolección de la leña suelen fracasar, ya que a menudo el bajo valor del producto no justifica gastar mucho en hacer cumplir las reglas.
Tanto la leña como el carbón siguen siendo vitales para una enorme cantidad de gente. Los gobiernos pueden ayudar quitando varios cobros y trabas regulatorias y reduciendo subsidios que desincentivan la siembra de árboles. Deben apoyar el manejo forestal comunitario, pero teniendo cuidado de respetar los derechos de los grupos más pobres y menos poderosos dentro de las comunidades.








